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"El patrimonio cultural momificado. Una reflexión sobre su significado, conservación y salvaguarda. "

 
Por María Ritter Miravete
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María Ritter Miravete es restauradora egresada de la Escuela Nacional de Conservación Restauración y Museografía (ENCRyM).

En los últimos años ha laborado en distintas instituciones culturales entre las que destacan: la Coordinación Nacional de Conservación de Patrimonio Cultural (CNCPC), dentro de la dirección de educación social para la conservación. Formó parte del cuerpo docente de la ENCRyM como maestra adjunta del Seminario Taller de Restauración de Cerámica y en el Museo Nacional de Antropología como conservador en el proyecto de restauración de obra mural contemporánea.

También ha desempeñado otras labores como conservador/restaurador de colecciones privadas en el taller de restauración Giles-Ritter.

Su interés primordial es la conservación del patrimonio cultural momificado.

La conservación de patrimonio cultural es una disciplina que se encarga de la salvaguarda de los productos culturales tangibles e intangibles creados por distintas sociedades a través del tiempo. Es una labor compleja que se nutre con el trabajo de otras ciencias sociales y exactas para encontrar la mejor ruta de preservación de acuerdo a cada caso en específico. A pesar de que existen distintas corrientes teóricas y prácticas que definen como debe abordarse la intervención o conservación de nuestra herencia cultural, hay un tipo de patrimonio en particular que llama la atención por la falta de información que existe a su alrededor. A lo largo de este artículo se trata el tema de la conservación del patrimonio momificado; una clase de vestigio que nos permite observar de cerca la vida de los individuos y sociedades que tanto tiempo hemos tratado de descifrar con base en sus restos materiales, visto ahora desde otra perspectiva. Sin embargo, en el caso de México, las lagunas de información y la falta de metodologías aceptadas que rodean a estos casos han provocado que  no existan criterios y lineamientos estandarizados que fomenten su preservación.

El patrimonio momificado es un tema amplio y complejo que abarca diferentes líneas de investigación especializadas. Al involucrarse con un caso de esta índole debe tomarse en cuenta que se requiere la implementación de una metodología de trabajo integral específicamente diseñada para su tratamiento, manejo, almacenamiento y conservación, la cual varía dependiendo de cada caso en particular, independientemente de que existan algunas pautas generales para su conservación.[1] Se vuelve evidente la necesidad de aplicar un acercamiento multi e interdisciplinario puesto que su conservación abarca factores de diferente naturaleza.

En suma, a lo anterior debe considerarse que en muchos casos los ejemplares momificados se encuentran asociados a otros objetos patrimoniales que están relacionados a los procesos rituales de enterramiento de la cultura a la que perteneció el individuo. La naturaleza y variabilidad de elementos asociados a momias y a sus ajuares funerarios es vasta. Mismos que poseen características físicas heterogéneas (refiriéndonos a la variabilidad de los materiales de los que pueden constituirse), así como a sus necesidades de conservación y condiciones específicas para su estudio. En casos como estos es importante reconocer la relación entre las partes que forman un conjunto para poder conservarlas de la manera más adecuada. Un claro ejemplo es el de los textiles asociados a cuerpos momificados en contextos arqueológicos. El hallazgo de textiles arqueológicos no es frecuente, factor que se atribuye a la inherente naturaleza orgánica de sus materiales constitutivos. Referente a los ejemplares textiles debe comprenderse que, si el cadáver en cuestión no se hubiera momificado, es probable que la prenda se hubiera perdido junto con los tejidos blandos del individuo. Esto evidencia la importancia de conocer a fondo el contexto de dónde procede el ejemplar y de la relación que existe entre la diversidad de elementos que componen un conjunto mortuorio (Muñoz Cosme, 2012).

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Imagen 1. Momia infantil no. IV con textil (Departamento de digitalización del Museo Nacional de Antropología).

Las momias. ¿Qué son realmente?

Actualmente la definición más aceptada es la propuesta por el paleopatólogo Arthur C. Aufderheide: “un cuerpo o tejido físicamente conservado que se asemeja a la morfología que tuvo en vida y resiste un posterior decaimiento durante un intervalo postmortem prolongado” mientras que el término momificación hace alusión a “la transformación de un cuerpo o fragmento de tejido antes vivo a un estado de descomposición suspendida” (Aufderheide, 2003: 41).

A grandes rasgos una momia es un organismo que logró evitar el proceso de descomposición que sucede a los seres vivos después de la muerte, conservando restos de tejido blando. No obstante, hay que tener en cuenta que cualquier tejido momificado expuesto a ciertas condiciones físicas, reanudará su proceso de descomposición culminando en una esqueletización, es decir, ser momia no es un estado perenne.[2]

Otra característica que complejiza el estudio de este patrimonio es que existen diferentes tipos de momia con procesos de formación particulares, por lo que no es posible agruparlas dentro de la misma categoría. Usualmente entre la comunidad académica se utiliza la siguiente clasificación (Aufderheide, 2003):

  1. Momificación antropogénica (artificial): Preservación de un cuerpo por medio de un procedimiento antrópico directo. Se asocia un propósito ideológico por parte de la cultura que los produjo. Provee información sobre operaciones realizados por sociedades antiguas y están asociados a prácticas funerarias complejas y por lo tanto a ritos de paso de distintas culturas (Van Gennep, 2008). A esta categoría pertenecen las momias Chinchorro de Chile que datan aproximadamente del año 5000 a. C. y las de Egipto donde la práctica alcanza su mayor esplendor (Nicola, Nicola y Nicola, 2008; García Morales, 2012).

  2. Momificación espontánea (natural): surge en distintos entornos como consecuencia de la inhibición de la descomposición a causa de las propiedades físicas y medioambientales del contexto de enterramiento.

  3. Momificación espontánea inducida: se postula que algunas culturas estaban conscientes de que la momificación surge en entornos específicos y se busca reproducir estos parámetros para conseguir los mismos resultados (García Morales, 2012).

Dentro de la clasificación de momificación espontánea existen diversos mecanismos a través de los cuales se puede formar una momia, estos son: desecación, efectos térmicos (congelación), efectos químicos (momias de las turberas), anaerobiosis, excarnación, misceláneo e indeterminado. A partir de este momento nos limitaremos a discutir casos de la momificación por desecación puesto que es la que predomina en ejemplares encontrados en territorio mexicano y es de las más usuales.

Resulta necesario conocer cómo funciona el proceso de formación de un cuerpo en descomposición suspendida para poder distinguir entre los efectos de deterioro generados en el cuerpo como consecuencia de la momificación o de todas las actividades en las que ha estado inserto después de la recuperación de un contexto de enterramiento.

¿Qué significado tienen las momias y por qué es importante conservarlas?

Ahora que sabemos que es una momia, podemos hablar de la importancia que rodea el estudio de este patrimonio. Dependiendo de la perspectiva de donde se estudien, las momias ofrecen una enorme cantidad de información biomédica, sociocultural, tecnológica y cronológica de sociedades pasadas (Aufderheide, 2003). Algunas de las disciplinas que están directamente involucradas en su análisis son: la arqueología, la historia, la antropología, la etnología, la biología, la historia del arte, la museología, la medicina y la conservación (Renfrew y Bahn, 1994).

Un ejemplo concreto es que las momias nos permiten observar de cerca algunas de las actividades funerarias de una sociedad puesto que el cuerpo permanece sin modificaciones desde que es depositado en un contexto fúnebre hasta que es encontrado en una excavación arqueológica; donde lo que se está observando es una versión muy cercana de lo que la persona fallecida era en vida. Esto aporta información valiosa en cuanto a un rito de paso mortuorio, ya que la preservación del cadáver muestra la disposición física en la que se colocó y en muchos casos la composición del ajuar funerario del difunto (Van Gennep, 2008). Teniendo acceso a un cuerpo momificado, dependiendo del estado de conservación, se pueden hacer estudios de ADN para conocer la proclividad a ciertas enfermedades, estudios que se pueden traducir de un nivel individual a uno poblacional si se cuenta con suficientes individuos momificados; estudios de datación, alimentarios, rituales, genéticos, tecnológicos, etcétera (Valentin y García, 2012).

Al analizar los restos materiales de una cultura, se está tratando de entender como era su forma de vida, sus actividades, su tecnología, sus creencias, entre otros. Tener acceso a una momia permite ahondar profundamente en estos temas y obtener una información que trasciende el solo estudiar un objeto inanimado.

 

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Imagen 2. Hombre de Tollund (Christian Als, Smithsonian Magazine).

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Imagen 3. La dama de hielo, momia por congelación (Johan Reinhard, NBC news).

Momias en contexto de museo. ¿Personas o bienes culturales?

Muchos ejemplares momificados a los que tenemos acceso se encuentran resguardados en museos. Instituciones que se encargan de su estudio, salvaguarda, almacenamiento, en algunos casos exposición y difusión. A lo que surge la pregunta: ¿cómo debe de considerarse un cuerpo momificado cuando se encuentra en este contexto? Poseer la capacidad de fungir como un objeto de estudio y transmitir información no debe limitar el concepto de “momia” al de “objeto patrimonial”. Por lo tanto también podemos preguntar ¿dónde acaba el sujeto y empieza el objeto? (Herráez, 2012). Siempre debe tenerse presente que se está lidiando con restos humanos; un cuerpo momificado es una persona que falleció. Por lo tanto, a pesar de estar inserto en un contexto de museo no es un objeto inanimado, aunque el ejemplar se encuentre resguardado dentro de dicha institución en calidad de uno por cuestiones de seguridad, registro, estudio, etcétera.

Existe otra circunstancia que vale la pena revisar: “la musealización de las momias justifica los esfuerzos para preservarlas, pero a su vez cualquier actuación encaminada a este fin, les añade nuevos significados que modifican su valor” (García Morales, 2012:25). Esto expresa que cualquier intervención inadecuada puede desembocar en un daño irreversible para este tipo de patrimonio.[3] Esto puede abarcar daños materiales, descontextualización o pérdida de información, modificación de los valores contenidos en el ejemplar, hasta una afectación ideológica en su calidad de persona (Muñoz Cosme, 2012).

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Imagen 4. Estudios analíticos realizados a una momia por desecación (Dirección de Antropología Física, INAH).

El panorama de las momias por desecación en México.

Los ejemplares encontrados en México pertenecen a la categoría de momias por desecación. En cuanto a su registro, la complicación comienza con la catalogación de los hallazgos en un contexto arqueológico.[4] Es usual que los vestigios procedentes de contextos funerarios que contienen objetos de diferente naturaleza, (momias y bienes muebles), se documenten y resguarden de acuerdo a las propiedades de los materiales que los constituyen. Los restos antropológicos se dirigen a los laboratorios de antropología física mientras que los objetos son tratados por el área de conservación. Aunque es comprensible que los bienes se almacenen de acuerdo a su materialidad, hay situaciones en las que no es posible o simplemente no es la ruta correcta para la conservación de los conjuntos que no deben ser separados, menos si no existe un registro exhaustivo del contexto de donde provienen.

Esta problemática surge porque se considera que las momias son consecuencia de procesos de formación naturales y por lo tanto no son productos culturales que tienen cabida en el campo de la conservación. Como resultado, los lineamientos que existen para proteger este patrimonio, especialmente cuando no se encuentra asociado a bienes muebles, suelen ser insuficientes ya que no hay regulaciones específicas en México para su manejo y salvaguarda. Los lineamientos existentes no alcanzan a satisfacer sus necesidades y es necesario que sean revisados y actualizados a la brevedad.

Paralelamente, no siempre existe la presencia de conservadores en las excavaciones arqueológicas donde hay momias y por lo tanto no hay un registro del estado material de los cuerpos hecho por parte del área de conservación. Si a esta situación se suma la poca vinculación que existe entre investigadores de ambas áreas, resulta en el aumento de la dificultad para diferenciar entre los efectos de deterioro que son consecuencia de los mecanismos de momificación y los que han sucedido posterior a su momento de hallazgo, durante su estancia dentro de alguna institución.

A partir de esta situación se hace hincapié en la importancia de realizar un buen dictamen del estado de conservación de cada momia desde el momento que es excavada, en caso de ser posible, o cuando ingresa a un museo. Si ya se encuentra dentro de alguna institución, se hace el llamado a revisar y documentar cada uno de los ejemplares resguardados con el objetivo de mantener un registro sobre los efectos de deterioro presentes, así confirmando que no se modifique su estabilidad. En caso de que existan subsecuentes daños, este método permitirá identificar y controlar los mecanismos de deterioro que estén manifestando en la actualidad.

 

¿Dónde podemos observar momias en México?

La exhibición de ejemplares momificados es un tema complejo en el sentido de que se está tratando con el cadáver de una persona. Dependiendo de la localidad existen distintas legislaciones que regulan la exposición de este tipo de patrimonio. Por ejemplo, en Estados Unidos la ley federal se ha encargado de la repatriación de los restos antropológicos pertenecientes a las culturas nativo americanas, en conjunto con los objetos asociados a sus entierros. Esta ley se conoce como NAGRPA y ha estado vigente desde 1990, se estableció con el objetivo de tratar dichos vestigios con respeto y dignidad al igual que a las culturas etnográficas a las que pertenecen. (Native American Graves Protection and Repatriation Act, 2021).

En el caso de México, no hay regulaciones específicas que dictaminen la exposición del patrimonio momificado, sin embargo, existen algunos lugares donde podemos observar vestigios de esta índole, en su mayoría históricos:

Museo de las momias de Guanajuato: alberga la colección más grande de momias naturales en el mundo, contando con 57 ejemplares de distinta antigüedad (1870 – 1984).

Museo del Carmen: este recinto alberga doce momias que se atribuyen a finales del siglo XIX que aún conservan su indumentaria.[5]

A pesar de que ha existido la exposición de momias prehispánicas en eventos específicos, esta situación no es común.

Conclusiones:

Escribir en tan pocas líneas sobre un tema tan amplio como el patrimonio momificado resulta complicado. Existe una amplia gama de información que vale la pena investigar exhaustivamente para conocer más acerca de los misterios que rodean a estos ejemplares culturales. Sin embargo, se desea que esta pequeña introducción haya despertado su interés y curiosidad con respecto a la formación y protección de nuestros cuerpos momificados. Recordemos que estos vehículos de información fueron también nuestros antepasados y es nuestra labor cuidarlos y exigir que se presenten de la forma más respetuosa posible.

Otro punto que vale la pena proponer es, que la dictaminación de todo nuestro patrimonio antropológico momificado sea reglamentaria. Haciendo un registro exhaustivo de toda la información a la que se tenga acceso sobre las actividades en las que ha participado a lo largo de su historia de vida, ya sean estudios analíticos, traslados, cambios de embalaje, exposiciones, etcétera. Esto permitirá mantener un mayor control del estado de nuestras colecciones y evitará que se suceda un mal manejo de los ejemplares. Por lo tanto, los profesionales de la conservación en México deben involucrarse en la salvaguarda del patrimonio momificado más allá de que esté o no asociado a un bien cultural y esto debe inculcarse desde los estudios universitarios durante la carrera de restauración y conservación.

Para concluir nos gustaría recalcar que las momias deben comprenderse como entes con connotaciones culturales y simbólicas que nos pueden ayudar a descifrar mayor información sobre nuestro pasado, por lo que se debe enaltecer el significado ideológico que contienen, y entender que son vestigios que en contra de muchas probabilidades han logrado conservarse a lo largo del tiempo.

[1] Existen algunos documentos internacionales que abordan la conservación de momias. Sin embargo, fueron escritos hace tiempo y tratan pautas generalizadas. Cada país debería elaborar un manual metodológico desde la perspectiva de la conservación donde se trate la conservación de las momias encontradas en su región.

[2] Dependiendo del tipo de momia las condiciones para reanudar el proceso de descomposición son variadas: si se trata de una momia por desecación, la humedad sería una causa que actuaría en su detrimento; en el caso de una momia por congelación, el aumento de temperatura tendría las mismas consecuencias.

[3] El término “intervención” debe entenderse como cualquier acercamiento a este tipo de patrimonio, no hablando específicamente de una restauración.

[4] Para efectos de este artículo solamente nos referiremos al ámbito de las momias arqueológicas.

[5] Estas momias se encuentran bajo resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Referencias

  • Aufderheide, A. C. (2003). The Scientific Study of Mummies. Cambridge: Cambridge University Press.

  • García Morales, M. (2012). Objetos o Sujetos. ¿Qué Significado tienen las momias? In N. Valentin, y M. (. García, Momias. Manual de Buenas Prácticas para su Conservación (pp. 15-30). Madrid: Ministerio de Educación Cultura y Deporte.

  • Herráez, I. (2012). Cuestiones éticas y legales. Siempre sujetos, pero aunque fueran objetos tendrían sentido. In N. Valentin, y M. (. García, Momias. Manual de buenas prácticas para su conservación (pp. 31-44). Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

  • Muñoz Cosme, A. (2012). Prólogo. In N. Valentin, & M. García, Momias. Manual de Buenas Prácticas para su Conservación (p. S/N). Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

  • Nicola, G. L., Nicola, M., y Nicola, A. (2008). Preservation and Conservation of Mummies and Sarcophagi. E_conservation, The Online Magazine, 22-47.

  • Renfrew, C., y Bahn, P. (1994). Archaeology. Theories, Methods and Practice. London: Thames and Hudson.

  • Valentin, N., y García, M. (. (2012). Momias. Manual de Buenas Prácticas para su Conservación. Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

  • Van Gennep, A. (2008). Los Ritos de Paso. Madrid: Alianza Editorial.

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