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“Psicoterapia de Arte: iluminando la identidad Latinoamericana.”

 
Por Ana Laura Treviño Santos
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Ana Laura Treviño Santos es licenciada en psicología por la Universidad Iberoamericana CDMX, en donde también realizó una especialidad en psicoterapia infantil.

Hizo una maestría en psicoterapia psicoanalítica en adolescentes y adultos en el Instituto de Investigaciones en Psicología Clínica y Social (IIPCS) y otra en Terapia Familiar en el Instituto de la Familia A.C. (IFAC).

La especialidad en psicoterapia de arte la realizó en la Universidad de Loyola Marymount en los Ángeles, CA., donde también fue maestra invitada.

En el Centro de Estudios Superiores en Investigación en Antropología Social (CIESAS) estudió el Diplomado en Antropología del Arte. Culminó el Diplomado en Diálogo Abierto (DialogiC-ComuniRED) y actualmente se encuentra estudiando el Diplomado en Supervisión Clínica Sistémica en el Instituto Latinoamericano de la Familia (ILEF) así como el doctorado en psicología en la Universidad de las Américas (UDLA-CDMX).

 

Es fundadora y directora del Instituto Mexicano de Psicoterapia de Arte.

Cofundadora de Alfaga: Intersecciones terapéuticas para la Adopción.

Ha participado como ponente en diversos foros tanto en México como en el extranjero. Tallerista y conferencista de temas relacionados con la psicoterapia de arte, la salud mental, el desarrollo del ser humano, intervención en crisis y trauma, duelos, transiciones, entre otros.

Cuenta con 28 años de experiencia psicoterapéutica clínica con niños, adolescentes, adultos y familias, atendiendo diversos temas.

 

Ha publicado en la revista Temas Selectos en Orientación Psicológica (2009) Manual Moderno Volumen IV. Universidad Iberoamericana dos artículos:

  • Intercultural Supervision of Art Therapy with a Pregnant Mexican Teenager

  • Viscisitudes de la migración: terapia de arte con las familias que se quedan.

Es coautora, junto con Tucker, Naomi, en el artículo: Art Therapy Domestic Violence Preventing group in Mexico. Journal of Clinical Art Therapy (2011) Loyola Marymount University. Vol. I

 

Colaboró en un capítulo del libro The Wiley Handbook of Art Therapy (2016): Capítulo: Art Therapy in Mexico. Editado por David Gussak y Marcia L. Rossal. Editorial Jhon Wileys and Sons

 

Coautora junto con Metzl, Einat: Working around the border: shared experiences of art therapist working with families impacted by immigration and political realities in Mexico and the United Sates (Abril 2021). Journal of Community Psychology.

“El conocimiento no consiste en una serie de teorías auto-consistentes, que tienden a converger en una perspectiva ideal; no es un acercamiento gradual hacia la verdad. Por el contrario, el conocimiento es un océano, siempre en aumento, de alternativas incompatibles entre sí”

(Feyerabend, P., 2017).

Psicoterapia, proceso creativo y liminalidad[1] son conceptos compartidos entre diferentes ámbitos del arte, las ciencias y la creatividad. Concebidos por diversos campos, aplicados a distintas áreas, pero cuando se entretejen y se aplican juntos crean la Psicoterapia de Arte. En este artículo reflexionamos acerca del uso del arte a lo largo de la historia, la manera en la que se posibilita como agente terapéutico, la historia dominante de su surgimiento, así como la historia alternativa en América Latina.

El arte y su significado en la historia

Una de las características principales de todas las sociedades es la utilización del arte. La universalidad de hacer y disfrutar hacer arte sugiere de inmediato la importancia y la necesidad que ha tenido en el ser humano (Dissanayake, E.,1995), aportando un sentido de significado y significante (Riveros Aedo, E., 2013), o de intensidad a la vida humana que no puede ser obtenida de ninguna otra forma. Hacer arte ha sido una respuesta a las primeras experiencias de existencialismo del hombre desde hace más de 500,000 años (Haslam,2011).

La experiencia del ser humano del Paleolítico permitió una mayor conciencia temporal, emocional, cognitiva y cimentó probablemente un camino para que los primeros humanos desarrollaran la idea de un espíritu o un alma. Funcionó como un sistema de retroalimentación biopsicosocial que les permitió conceptualizarse a sí mismos como independientes de sus cuerpos y comenzar a preguntarse sobre diferentes condiciones de la vida y la muerte, de los procesos de la naturaleza, de la creatividad y del arte como herramienta de supervivencia, desde entonces y hasta la actualidad (Elkins, 2002).

Desde la conceptualización de Ellen Dissanayake (1995), entendemos las artes como un fenómeno cultural: esperamos que sus manifestaciones varíen de una cultura a otra y que ciertas formas de arte individual, así como actitudes hacia el arte, se encuentren en algunas sociedades y en otras no.

La manera de entender las artes ha variado a lo largo de los años, las bellas artes tomaron un lugar significativo durante mucho tiempo, dejando afuera representaciones artísticas que el mundo occidental anglosajón no incluía. En los últimos años, un movimiento revelador y creciente ha criticado la interpretación occidental tradicional del arte y la cultura, por tener un sesgo eurocéntrico, lo que implica negligencia y opresión abierta de las culturas no occidentales (Dissanayake, E., 1995).

Buscar miradas discrepantes de la historia nos permite apreciar narraciones excluídas y no vistas; no obstante, significativas, las cuales relatan la vida, los pensamientos, las ideas, las formas y los cómos de un sinnúmero de sociedades. La historia en general, y la historia de las revoluciones en particular, es siempre más rica en contenido, más variada, más multilateral y más viva e ingeniosa de lo que incluso el mejor historiador y el mejor metodólogo pueden imaginar (Lenin, 1967 en Ferbayand, 1975).

En la psicoterapia pasa de igual forma, las teorías y la práctica, son productos culturales sujetos a los discursos prevalentes en cada momento de su historia. Botella y Figueras (1995) señalan que la manera tradicional de presentar y evaluar los diferentes enfoques psicoterapéuticos se ha centrado básicamente en sus aspectos formales y teóricos (conceptos básicos, estructura de la personalidad, visión de la psicopatología o concepción del cambio terapéutico), lo cual lleva a pensar que este tipo de constructos fomenta la visión de los modelos psicoterapéuticos, como si se tratara de descubrimientos objetivos sobre el ser humano, aunque aislados de sus contextos culturales, sociopolíticos, geográficos, etc. Es a partir de la influencia de la conciencia posmoderna que las denominadas ciencias duras, como la filosofía de la ciencia, reconocen la influencia del contexto social sobre las teorías.

La literatura sobre psicoterapia no se ha salvado de esta mirada eurocéntrica con fundamentos teóricos y culturales sajones que ha permeado en muchos países. Este artículo tiene la intención de iniciar el diálogo sobre cómo la perspectiva de la cultura Latinoamericana y mexicana, así como sus historias, políticas, geografías y creaciones artísticas influyen en la definición y aplicación de la psicoterapia de arte en estos contextos.

Terapia de Arte

Los orígenes de la terapia de arte se extienden desde la prehistoria. El ser humano continuamente ha creado configuraciones artísticas como un intento de expresar y manejar tanto el mundo que lo rodea como su mundo interior. A lo largo de los siglos, el arte y sus expresiones en todas las culturas, nos ha mostrado la forma en la que las personas vivían, pensaban, se relacionaban, sus ideales, sus dioses, sus gobiernos, así como sus valores y rituales.

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Fig. 1 Frescos de Altamira.

Las convergencias con los descubrimientos de las cuevas prehistóricas de Altamira en 1897, la exposición de Arte Negro en 1914 y la de las Artes Africanas y Oceánicas en 1919, junto con el interés por el arte psicótico, despertaron la curiosidad por el “arte primitivo” (Marxen, E., 2011). El Art Brut, otra manifestación que salía de los cánones establecidos generó nuevas ideas tanto para los artistas como para los psicoanalistas sobre la expresión artística como agente de comunicación emocional (J.P. Klein, 2009).     

Hacia finales del siglo XIX las ciencias de la salud comenzaron a interesarse por las actividades artísticas de los enfermos mentales. Prinzhorn, marcó un parteaguas en el campo entre el arte y la psicosis; afirmaba que las personas utilizaban la expresión artística para nombrar su experiencia de enfermedad, dado que las obras representan con frecuencia una regresión y manifiestan la “imperiosa necesidad” del psicótico “de imponer orden en el caos”, intentando restaurar el orden simbólico (Marxen, E., 2011).

Paralelamente, el neurólogo francés Jean Martin Charcot (1825-1893) analizó las formas físicas y conductuales de los enfermos mentales para compararlos con las obras de los grandes maestros de la pintura (Goya, Rembrandt, Rubens, El Bosco, entre otros), quienes tenían como tema la locura, las posesiones demoniacas, etc. Charcot, sugirió ampliar la ciencia médica al campo espiritual como terapia del alma, basada en el tratamiento psicofisiológico de las enfermedades mentales, justificando su método con ejemplos de artistas consagrados por la historia del arte; estudiaba las similitudes entre piezas de estos artistas y los cuadros clínicos de los pacientes para determinar, clasificar y categorizar el tipo de patología que presentaban (Charcot y Richer, 2002).

Sigmund Freud, quien fuera alumno de Charcot, utilizó a lo largo de toda su obra los procesos de la mitología, los chistes, los productos del arte y los sueños como eje de la manifestación del inconsciente. Sin duda, sus posturas teóricas, cimentaron la creación artística de un sinnúmero de artistas.

Formalmente, según la historia occidental (Jung, M & Asawa, P.,1994), la terapia de arte surge hasta el siglo XX, cuando en los hospitales psiquiátricos los psicoanalistas, psiquiatras y doctores observaron la forma en la que los pacientes se comunicaban a través del arte con los artistas que impartían sesiones de “terapia ocupacional”[2], lo que llevó a reconocer el arte como un agente de acceso al mundo interno de los pacientes. Cada producto creativo era entendido como una ilustración de salud o perturbación mental.

Sin embargo, el término terapia de arte fue acuñado en Inglaterra por primera vez en 1942 por el artista londinense Adrian Hill (1895-1977) quien, al trabajar con los soldados con tuberculosis durante la Segunda Guerra Mundial, reconoció el potencial que había en su recuperación al emplear el arte desde su apreciación y utilizarlo como medio de expresión, lo cual generaba habilidades fundamentales para incrementar confianza y seguridad en diversas áreas de su vida (Hill, 1945).

El desarrollo de la teoría y la práctica de la psicoterapia de arte tiene una gran influencia del psicoanálisis, de la psicoterapia de orientación sistémica, de la teoría grupal, de la utilización de las pruebas proyectivas y del test de las manchas de Rorschach; así como de teorías críticas, elementos artísticos y contextos culturales, artísticos y sociales de la época.

Una de las más importantes representantes de la terapia de arte en Estados Unidos es Margaret Naumberg, quien comenzó a incluir la práctica del arte y sus intervenciones como una modalidad central de tratamiento psicoterapéutico; las producciones de arte de las personas eran vistas como comunicaciones simbólicas del material inconsciente de forma directa, concreta y sin censura.

Adicionalmente, a finales de la década de los cincuenta en Estados Unidos, Edith Kramer utilizó el arte como agente terapéutico. Fue testigo del trabajo de Friedl Dicker-Brandeis con niños en el campo de concentración de Terezín, y siguiendo sus pasos, comenzó a trabajar como terapeuta de arte en Nueva York. Sus aportaciones en este ámbito han sido fundamentales.

En 1963 se fundaron las primeras asociaciones de profesionales de terapia de arte: en Francia, la Sociedad Francesa de Psicopatología de la Expresión; en el Reino Unido, la Asociación Británica de Terapia de Arte (BAAT) y, en 1969, la Asociación Americana de Terapia de Arte (AATA). En países como Francia, España y Alemania la terapia de arte comenzó a diseminarse de manera natural, abriendo espacios terapéuticos con arte; poco a poco más organizaciones comenzaron a surgir en lugares como Australia, Nueva Zelanda y Singapur.

La mayoría de los artículos y libros sobre la historia de la terapia de arte se encuentran enfocados en lo descrito anteriormente (Jung, M & Asawa, P., 1994; Haslam, M., 2011). La consideración de las historias de esta terapia en otras partes del mundo han sido escasamente nombradas, dejando un hueco histórico y cultural significativo para su desarrollo y aplicación.

Terapia de arte en Latinoamérica.

Buscando los orígenes de la terapia de arte en Latinoamérica consideramos que en México y Latinoamérica el arte se manifiesta en todas partes y en formas muy diversas: pirámides, frescos, cerámicas, metales, textiles, etc. que al ser creados por individuos, grupos, culturas y regiones nos muestran su expresión en la vida cotidiana ancestral y presente. Así mismo, la pintura mural prehispánica en México abarca distintas áreas geográficas, desde el altiplano central, la costa del Golfo hasta la zona maya. Espacios en los que nuestros antepasados dejaron vestigios de sus dioses, símbolos, sacrificios y de sus conceptos de la vida y de la muerte (Arias, S., 2018).

Según Dissanayake (1988), las culturas indígenas han utilizado el arte como una manera de expresar su comprensión del mundo y de los eventos que suceden tanto interna como externamente. El arte, a través de los años, ha sido usado como una manera de “hacer especial” y encontrar significados físicos, psicológicos y culturales. Por lo que la cerámica, los textiles, la carpintería, la música, los instrumentos y la joyería, entre otros medios artísticos, han sido símbolos de las historias emocionales y las vivencias de cada una de las civilizaciones.

Con la conquista de México el arte de las culturas originarias se transformó; las ideas teológicas y la manera en la que los españoles entendían el mundo permearon la expresión artística de Mesoamérica, hasta llegar al sincretismo en el arte (pintura, escultura, música, cerámica y demás), así como en las tradiciones y la religión. No fue sino hasta principios del siglo XX que los muralistas, y todo el movimiento artístico y cultural arededor de ellos, abrieron nuevas formas de generar diálogos relacionados con la cultura, la identidad, el nacionalismo y la sociedad entre los mexicanos. José Vasconcelos fue uno de los principales impulsores de este movimiento en donde Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros fueron sus principales representantes.

Ahora bien, de las representantes más significativas de terapia de arte en Latinoamérica encontramos a la brasileña Nise de Silveira, “la psiquiatra de la creatividad” (López, A. self, 2020), quien fue una de las pioneras en los años cincuenta. Ella comenzó a incluir el arte como medio de expresión emocional en los hospitales psiquiátricos de su país.

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Fig. 2 Nise de Silveira.

A su vez, Mimi Marinovic, pionera de la terapia de arte en Chile, cuenta con una vasta labor como académica en la Universidad Católica de Chile, dedicada a la investigación y publicación, y ha trabajado en hospitales psiquiátricos uniendo el psicodrama con diferentes actividades plásticas.     

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Fig. 3 Mimi Marinovic.

En México, Frida Kahlo fue quien comenzó a utilizar la expresión artística como agente terapéutico con ella misma. Incorporando símbolos, metáforas y significados emocionales a sus experiencias personales de dolor, amor y pérdidas en sus pinturas como una forma de resolverlas, acomodarlas y resignificarlas. “Yo no pinto mis sueños, pinto mi propia realidad” (Cerro, 2007). Junto con Remedios Varo y Leonora Carrington, influidas por el psicoanálisis, así como artistas como Luis Buñuel, Octavio Paz, Carlos Fuentes Carlos Mosivais y Edward James, abrieron las puertas al mundo surrealista en México, plasmando sus experiencias, sentimientos y procesos psíquicos, tomando un lugar relevante en el mundo cultural, artístico, político y emocional de los mexicanos, las cuales extendieron fronteras hacia Latinoamérica.

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Fig. 4 Las dos Fridas. Frida Kahlo.

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Fig. 5 Sin título. Leonora Carrington.

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Fig. 6 Mujer saliendo del Psicoanalista. Remedios Varo.

Psicoterapia de arte en América Latina.

El terreno de la psicoterapia de arte en México y Latinoamérica ha sido una mezcla de las ideas eurocentristas con la cultura, la geografía, la política, la historia, el arte y las experiencias artísticas y emocionales de las personas que la ejercen en la actualidad. La influencia de las mismas, así como la integración de las distintas historias y todas las viscisitudes que la componen muestran una manera de ejercer la psicoterapia de arte en estas latitudes.

La importancia de incluir las historias regionales, la ampliación de influencias en la creación de la psicoterapia de arte y la posibilidad de abrirse a nuevas perspectivas muestran posibilidades de expansión de una historia más amplia, lo cual permite extender el espectro clínico, cultural, social, personal, familiar en el que una persona o un grupo de personas se encuentra inmersa, ofreciendo un campo más extenso, tanto para los terapeutas como para los consultantes.

La psicoterapia de arte es un proceso terapéutico que se configura en la intersección de tres componentes: la persona del terapeuta, la persona del consultante y la expresión artística. Cuando se entretejen estos tres elementos generan lo que Turner (1996) llama el espacio ‘liminal’; es decir, un lugar entre lo que es y no es, lo que Martin del Campo (2019) llama el ‘lugar donde eres representado en la mirada siempre presente del otro’, esto es el espacio terapéutico.

La conjunción de los tres componentes permite que las personas nombren, procesen, expresen y resignifiquen eventos de su vida, transiciones, crisis y traumas, o cualquier experiencia vivida sin importar la edad.

Desde esta perspectiva, la psicoterapia de arte no es solamente una herramienta que produce bienestar y mejora la calidad de vida del ser humano (Malchiodi, C., 2003). Tampoco es exclusivamente un proceso de hacer arte y, definitivamente, no es únicamente un espacio para nombrar verbalmente las experiencias, los problemas y los retos de la vida diaria. La psicoterapia de arte es el espacio liminal contenido que se construye entre el terapeuta, el paciente, la creación del arte, y las interrelaciones que surgen entre ellos.

Cada componente aporta distintos aspectos que contribuyen a crear lo que Didier Anzieu (1987:39) nombra “un continente materno”, es decir, una envoltura protectora, elaborada y garantizada que permita la libre expresión del yo del consultante, del yo del terapeuta y del flow (Csikszentmihalyi, M., 2008) de la expresión artística, generando “adherencia terapéutica” (Higashi et al., 2013), vínculo terapéutico y proceso a la experiencia de la psicoterapia de arte.

El psicoterapeuta de arte cuenta con una formación clínica en psicología, psicoterapia o cualquier área relacionada con la salud mental; numerosas horas de prácticas supervisadas clínicamente, terapia personal, conocimiento de diversos aspectos del desarrollo individual, familiar, social, enfermedad y salud mental, teorías psicoterapéuticas clásicas y actuales, contextos geopolíticos, étnicos y culturales, así como con una significativa formación en el proceso artístico.

Por su parte, la persona del consultante entra a ese “espacio liminal” (Turner1969), en el cual se plasman de manera directa sus sistemas de creencias, valores, cultura (en el más amplio uso), historia, contexto, familia, situaciones, vivencias, dificultades y recursos, resiliencia, deseo de cambio y esperanza. Aunado a las condiciones adecuadas, se permite diluir entre la persona del terapeuta, el proceso de la terapia, los materiales artísticos, sus representaciones creativas y sus dilemas, para encontrar nuevas formas y soluciones a los desafíos de su vida, promoviendo el desarrollo del yo y su cohesión, fomentando la identidad y sucitando la maduración en general (Kramer, E., 1993). 

La expresión artística es la “tercera mano” del terapeuta (Kramer, E., 1986), que permite al consultante encontrar significados y significantes (Riveros Aedo, E., 2013) a través de metáforas en los colores, las formas, los nombres, los cuales permiten exteriorizar problemas, sentimientos, pensamientos, experiencias corporales y dar soluciones emocionales a situaciones que vive o experimenta en ese momento o anteriormente.

La creación del “espacio liminal” (Turner,1969) terapéutico, la adherencia al mismo y su cobijo es el lugar de encuentro en donde el flow (Csikszentmihalyi, M., 2008) logra condensar los tres componentes del proceso (terapeuta, consultante y expresión artística) lo que le permite “diluirse” para entramar y darle una nueva forma a la experiencia a través del proceso de hacer arte, acomodándolo, procesándolo y resignificándolo, por medio de la psicoterapia de arte.

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Fig. 7 Intersecciones en Psicoterapia de Arte. Esquema de la autora.

Las historias nos definen, nos dan sentido e identidad, nos permiten conocernos como seres humanos de manera más completa y significativa, sobre todo cuando la historia oficial no es la dominante, cuando somos capaces de indagar, cuestionar, ir más allá para encontrar sentido y significado a lo que hacemos, a lo que nos dedicamos, a acompañar al otro a diluirse en el proceso terapéutico desde su territorio, desde su origen, desde su historia y desde su cultura. Honrando el pasado, eurocéntrico y latinoamericano, agradeciendo el presente y mirando al futuro podremos encontrar una identidad epistemológica de la Psicoterapia de Arte Latinoamericana más real y significativa para la profesión.

[1] Liminalidad: la aplicación de procesos transitorios, la existencia generalizada de un tipo de rituales que marcan socialmente el paso de un estadío a otro. En un sentido más amplio pueden abarcar el paso de posición social, como el estado o edad, y se puede dar en lo individual o plural (Del Valle, T., 1987).

[2] La Asociación Americana de Terapia Ocupacional, (OATA) 2012 define  como la aplicación de valores centrales, conocimientos y habilidades  para ayudar a los clientes  (personas, organizaciones y poblaciones), a comprometerse con las actividades diarias u ocupaciones que ellos quieren y necesitan hacer de forma que apoyen la salud y la participación (Jiménez-Echenique, J.2018).

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  • Asociación Americana de Terapia de Arte (ATTA). (2021). En <https://arttherapy.org/about-art-therapy>./

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  • Del Valle, T. (1987). “La liminalidad y aplicación al estudio de la cultura Vasca”. KOBIE (Serie Antropología cultural) Bilbao No. 2

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  • Ferbayand, P. (2017). Tratado contra el método. Tecnos. Madrid.

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Referencias de figuras:

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